domingo, 21 de marzo de 2010

Novela

I

Los rayos del Sol entraron por la ventana, las cortinas estaban abiertas de par en par, olvidadas en la noche, aquella triste, desolada, confusa noche. Las sabanas se le pegaron por el sudor todavía sentía el ardor en la mejilla, pero no era por la cachetada en sí, el dolor era más emocional que otra cosa.
¿Por qué?
Todo había llegado a su fin, ella lo sabía mejor que nadie, sola en la cama, un ardor creciente, sus ojos llevan la marca del llanto nocturno. Abrazó la almohada, sintió miedo por culpa de la soledad; temblaba, suspiraba, los mocos no la dejaban respirar volteó a ver el reloj, las diez de la mañana.
Ya es tarde. Consuelo continuó con su mar de lágrimas. Todo era más fácil antes. ¿En qué me equivoqué.
Ya no quería saber nada de su carrera, de su futuro, nada de él, quería regresar a la ciudad, dejar Ensenada. Amaba al mar y estudiar sus criaturas, pero estaba harta, desconsolada, incomprendida. Ya no necesitaba de él, se había dado cuenta muy tarde.
Te extraño Alonso. Me haces falta.
Abrazó con más fuerza a la almohada. Su celular hizo temblar la cama, lo tomó, era él, Francisco, Consuelo dejó que se perdiera la llamada. Sollozó sentía su cuerpo extrañamente pesado, adolorido, cansado. Mandó un mensaje desde su celular. Después lo apagó.

II

Consuelo caminaba sin rumbo, desconsolada, vacía, por la playa. El olor a sal, el calor, la arena, no parecían estar allí. Miraba al horizonte, se sentía vacía, caminó hacía el mar, se mojó los pies, el agua fría la sacó del trance. La brisa y el romper de las olas le alegraban, pero este medio día no funcionó.
Un zambullido, no estaría nada mal.
Se quitó el pareo, bajó su bolsa, se quitó las sandalias, entró en el mar, nadó unos metros hacía el horizonte. Ahí se quedó a flote, pensó en la noche anterior. Las olas bailaban con su cuerpo, pero su mente no estaba ahí. A lo lejos unas ballenas sacaron un chorro de agua al emerger del mar.
Serías muy feliz aquí Alonso. ¿Qué ha sido de ti?
Sin pensarlo y sin darse cuenta Consuelo se encontraba fuera del mar, se puso las sandalias, comenzó de nuevo con su caminar sin rumbo, observaba a los cetáceos, por ellos fue que se dedicó a estudiar biología marina. Recordó su primer día en la universidad, le parecía tan distante, tan efímero, casi irreal. Siguió con su camino, las olas le hicieron compañía a sus pies, las lágrimas regresaron a su tersa piel, descendieron, su visión se nubló, de entre la neblina acuosa una silueta familiar se le apareció. Secó sus ojos con el pareo.
- ¿Qué pasó nena? – Se oyó una voz familiar –. Vi tu mensaje.
- ¿Fer? – Preguntó Consuelo.
- Sí, ¿qué tienes? No fuiste a clases y tu celular está apagado.
- Perdón no quise alarmarte. Es que Francisco.
- ¡Otra vez! – Gritó Fernanda -. ¿Ahora qué pasó?
- Anoche él y yo peleamos.
Consuelo se encontraba en la cama leía y esperaba a Francisco. La noche le pareció aún más larga, ella sabía que él estaba con alguien más. Seguía con su lectura “Misery” leía sin prestar atención al relato de King, leyó que Misery había sido enterrada viva, no sintió el terror de la situación como siempre que leía es pasaje, estaba nerviosa, enojada, desesperada, no sabía que hacer.
¿Qué tiene esa tal Julieta que no tenga yo?
Se escuchó el motor del coche de Francisco, luego silencio, después los pasos firmes al subir las escaleras de edificio, la llave al entrar en la cerradura, el abrir de la puerta seguida del cierre, los pasos que daba poco a poco al acercarse al cuarto.
Que no te vea llorando. Contrólate.
Francisco abrió la puerta y entró al cuarto.
Consuelo le dio un trago a su té, mientras veía a su amiga, que tenía cara de preocupación y duda. La brisa marina cubrió los rostros de las dos, Consuelo se secó una lágrima escurridiza, Fernanda la abrazó fraternalmente.
- Hiciste lo correcto – dijo Fernanda -, se que te duele Consentida.
Consentida, así me decía Alonso.
- …pero es mejor así, él no temerece, no vale la pena.
- Gracias – apenas audible dijo Consuelo.

Julieta estaba a horcajas sobre Francisco, él se acercaba de vez en cuando par besarle el pecho, jugaba con su lengua y sus pezones. Las manos de ella se apoyaron en le pecho de él, lo rasguñó cuando terminó ella. Francisco la quitó de encima suyo, la acostó boca a bajo, el sudor de ambos se unió al igual que ellos.
- ¿Por qué sigues con esa escuincla? – Preguntó Julieta -. Vente a vivir conmigo –dijo entre jadeos -, estoy segura que ella no te hace feliz como yo.
- ¿Pero por qué te duele que te ponga el cuerno? – Infirió Fernanda le dio un trago a su refresco sabor manzana.
- ¿Cómo que por qué?
- Sí tú le pusiste el cuerno con Alonso, cada vez que ibas al D. F.
- Pero eso es diferente -. Contestó enojada Consuelo.
- ¿Por qué?
- Porque Pancho y yo habíamos cortado, todas esas veces.
- Ahora resulta.
- En serio.
- Pues como quieras.
- Que tú y Luis tengan una relación no monógama –Consuelo le dio un trago a su té -, no quiere decir que todo el mundo la tenga.
- Deberías de intentarlo, dejarías de sufrir por esas tonterías.
Julieta giró, quedó de frente a Francisco. Lo besó, le rasguñó la espalda.
- ¿Qué tienes que ofrecer? –Preguntó Francisco -. Por que la verdad estoy muy bien con Consuelo.
- Si estuvieras bien como dices, no estarías aquí.
- Tal vez tengas razón, luego lo pensaré, pero mientras cállate y sigamos.
Fernanda prendió un cigarro, le dio un golpe, dejó salir el humo poco a poco. Esperaba a que Consuelo regresara del baño. Es sencillo, no importa que esté con alguien más, siempre y cuando nos siga haciendo felices y no nos descuide. Consuelo interrumpió el pensamiento de Fernanda, se sentó, dejo caer su delgado cuerpo sobre la silla.
- Creo que regresaré al D. F. – Consuelo dijo dudativa.
- Nena aquí estás muy bien, estas apunto de terminar la carrera, trabajas en lo que más te gusta, tienes depa propio. No cambies todo porque un cabrón no te sabe valorar.
Alonso si me valoraba.

- ¿Por qué tan tarde? – Consuelo cerró el libro, sin poner el separador -. ¿Dónde estabas?
- No empieces – Francisco dijo despectivamente -, estoy muy cansado – se acostó en la cama.
¿Qué tiene Julieta?
Consuelo abrazó a Francisco y comenzó a besarlo, él la alejó.
- Ya te dije que estoy cansado, ahorita no.
- ¿Qué tiene J…? –Consuelo detuvo su frase. Julieta – Sabes que, vete, no te quiero ver. Merezco algo mejor.
- Si lo que quieres es coger, está bien, quítate la ropa.
- ¿Cómo me estas hablando? –Los ojos de Consuelo brillaron.
- ¡CARAJO! ¿Quién te entiende?
- A mi no me vas a hablar así, lárgate de mi casa.
- ¿Tú casa? – Francisco se burló -. Sin mi no tendrías esta pocilga.
- Pocilga. Pero bien que estás aquí, si fueras un verdadero hombre hubieras puesto algo de dinero.
La cara de Francisco enrojeció, su mano voló y le atinó a la cara de Consuelo.
- No vuelvas a decir que no soy un hombre, ¿entendiste?
- Lárgate – dijo Consuelo con voz apenas audible -. ¡LARGATE!
- Me vas a extrañar y me vas a pedir que vuelva, te conozco muy bien.
- Lárgate – Consuelo lloró.
Se escuchó el motor del coche de Francisco, mientras Consuelo se acostaba y lloraba amargamente en su cama.






III


La semana había sido pesada, interminable, le destrozaba, fue larga, inconclusa, satírica, eterna, deseaba soltarse a llorar, el pobre Alonso sólo pensaba en Loreta, su novia, llevaban de conocerse dos años, lo hicieron en una fiesta de un amigo de él, entre el humo del cigarro, las voces altas y la música proveniente del estéreo; sus miradas se cruzaron, desde ese momento supieron que tenían que estar juntos, bueno es cierto que exagero, solo querían pasarla esa noche, pero aún así ninguno de los dos podrá olvidar aquella tórrida velada de enero. Loreta, con su larga cabellera castaña, sus ojos de ensueño y eso labios tiernos, suaves, pero a la vez lascivos, le regalaron una fulminante y lasciva sonrisa, Alonso quedó embelesado, atrapado; de igual forma él le regaló una sonrisa, solo que esta estaba cargada de nerviosismo. Cruzaron miradas y sonrisas durante unos minutos que parecieron un par de horas, no se acercaban ninguno al otro, hasta que ella dio el primer paso. Se paró al baño, caminó al lado de él, le acarició sutilmente el hombro. Alonso sintió la suavidad de los dedos de Loreta, ella siguió avanzando al tocador, sus largas y contorneadas piernas avanzaron llevando consigo su delgado y curvilíneo cuerpo, ostentando delicadeza, porte y seguridad, esto último hizo que Alonso no pudiera detener su ímpetu, se puso en pie, dejando a sus amigos con la conversación sin escrúpulos ni sentido que mantenían. Con porte elegante y seguridad se acercó a ella. Con la misma seguridad ella lo abrazó por el cuello, él hizo lo propio pero por la cintura.
- Nunca hago esto – Loreta le dijo al oído -, no vayas a pensar que soy así. Es en serio…
De hecho era cierto, pero ese día estaba muy dolida, y necesitaba sacarse una espina, en lo personal pienso que no es la actitud que uno debe de tomar ante una faena de desamor. En fin, Loreta seguía diciendo cosas al oído de Alonso, tratando de dejar a un lado su corazón lastimado, claro que sin darle a entender a él lo que realmente pasaba, su seguridad mutó a nerviosismo, sus palabras ya no eran coherentes, Alonso la cayó con pasión, uniendo sus bocas. Ella se dejó llevar, acarició la cara de su conquista, él hábilmente introdujo su pierna derecha entre las piernas de ella. Loreta presionó con fuera y pasión a Alonso. Se dio una pausa. Ella abrió la puerta del baño, abrazó a Alonso con sus brazos y piernas. Entraron al baño.

Alonso perdió el control del coche, lo que le faltaba para que su semana pesada fuera aún peor, viernes con poco dinero en la cartera, trabajo extra que llevarse a casa, por si fuera poco ahora la llanta trasera de su auto estaba jodida. Se orilló, para cambiarla, pero claro las semanas que empiezan mal terminan peor, y eso que todavía faltaban el sábado y el fatídico domingo. El gato hidráulico, no servía, estaba atascado, para colmo de males, nadie se detenía para ayudarle. Pasó media hora, el cielo que brillaba hace unos minutos ennegreció, una tromba cayó sobre su cabeza y cuando parecía que la situación no podía empeorar, un coche golpeó al suyo. La frase: “Hoy no tenía que levantarme de cama”, era la más adecuada para resumir su día. Después de horas de pelearse con los seguros, llegaron a un acuerdo. Para la mitad de la pelea, Loreta ya había llegado al lugar del accidente. El destrozado auto de Alonso, fue remolcado por una grúa. Alonso y Loreta llegaron a casa de él, pero antes pasaron por comida rápida. Comieron en la cama mientras veían películas.
- Lo único bueno que he tenido en la semana – interrumpiendo el dialogo de Jack Nicholson en su papel de Melvin Udall, un obsesivo, compulsivo, con una boca tan vil que podría hacer llorar hasta a los más altaneros piratas, Alonso logró auricular -, como todas desde que te conocí, eres tú – abrazó a Loreta y la besó.
- Tengo una duda – prosiguió ella interrumpiendo a Helen Hunt, en su papel de Carol Conelly, la mesera -. ¿Por qué la noche de la fiesta te detuviste?
- ¿Quieres la verdad? Tuve miedo.
- ¿Miedo? ¿A qué?
- A ser solo un juego. Y creo que fue lo mejor. Digo estas a mi lado.
- Sí – afirmó ella -, desafortunadamente.
- ¡Qué bobita eres!
Se fundieron en un beso mágico, las caricias de Alonso se metieron por debajo de la blusa de Loreta, sus manos recorrieron su espalda como lenta y constante marea de lago, Loreta se recostó mientras lo abrazaba para no separase de él. Alonso comenzó a besarle el cuello, sus manos ya habían desabrochado cada botón blanco de la blusa de su mujer. Ella se soltó el cabello, sabía que a su amado le encantaba verla así, un espontaneo y travieso rizo se acomodó en su frente, Alonso la miró encantado, sin habla. Ella intentó acomodar a aquel rizo rebelde y juguetón, pero él la detuvo, la besó, la miró a los ojos, esa mirada lo dijo todo, el amor entre ellos era total, Alonso siguió besando el cuello de ella. La boca de él siguió en su viaje hacia las tierras elevadas del sur, Alonso las conquistó con firmeza y a la vez delicadeza, las liberó, la respiración de ella era entre cortada. Las tierras salvajes despertaron, el acarició, jugó, besó, lamió y mordió, pequeñas exhalaciones salieron de la boca de ella. Después de conquistar esas tierras, Alonso siguió su camino al sur. Se encontró con el hermoso abdomen de su amada, la lengua de él recorrió cada poro abdominal. Sus manos regresaron a las tierras salvajes, a seguir jugando. Alonso siguió su camino al sur, empezó a besar las contorneadas y largas piernas de su amada Loreta, las manos de él se metieron por debajo de la falda, hicieron a un lado las pantis de ella, para poder acariciar las agraciadas, Loreta se movía en todas direcciones, Alonso quitó de su camino esas pantis rosadas que no le dejaban degustar a su amada. Ella explotó.

Alonso salió del baño, con muchas ganas, pero se contuvo. Regresó con sus amigos que lo vieron entrar al baño con Loreta. Se le quedaron viendo con miradas curiosas, preguntonas, indagadoras. Uno de ellos volteó a ver su reloj.
- ¡No mames cabrón! –. Gritó Pablo, quien realizó la fiesta – ¿Sólo dos minutos? Estás en el hoyo.
- No pasó nada – agregó Alonso.
- Bueno – continuó Héctor-, ¿eres puto o no puedes olvidar todavía a la pendeja?
- Héctor no te expreses así de ella.
- Como no me voy a expresar así, si te cambió por ese ruco.
Por su parte Loreta regresó con sus amigas. Platicas equivalentes mantuvieron ellas. Dieron las siete de la mañana, ellas emprendieron la graciosa huída. Loreta se quedó en casa de su amiga Paola, ya acostadas en la cama, Paola no pudo aguantar las ganas de burlarse de la mala suerte de su amiga.
- Entonces, ¿Alonso te dejó más caliente que un escape de formula uno?
- ¡Calla!
- ¡Ay! – Paola rió y continuó – sí te dejó con ganas.
- Para mí que es closetero.
- Pues…
- ¿Pues? ¿Qué quieres decir estúpida? – Preguntó Loreta -. ¿Por qué lo proteges tanto?
- No es que lo proteja, lo que pasa, es que es muy extraño.
- ¿Rarito?
- No – negó de inmediato Paola-, más bien… raro de no saber como definirlo.
- Creo que te gusta…
- No – dijo secamente Paola mientras interrumpía –, es que hay veces que parece que está chapado a la antigua, pero hay veces que es muy libertino, bueno el marques de Sade se queda corto con sus escritos.
- Ahora si no entendí.
- ¡Pendeja! Hay veces que se mete con todas las que puede, pero hay momentos en que pues hace lo que hizo hoy.
- ¿Y tuvo que ser hoy el niño bueno?
- No tuviste suerte – respondió Paola-, digo no te tocó ser la mujer de hoy, o mujeres, como la vez que el muy cabrón se tiro a tres al mismo tiempo.
- ¿A tres?
- Sí.
- ¿Eso cómo estuvo? – preguntó Loreta -. ¿Cómo sabes?
- Digamos que el niño está bien dotado, y pues… nos convenció
- ¿Nos convenció?
- A Erika, Nancy y a mí.
- Está grueso el tipín.
- Sí, está muy cabrón – prosiguió Paola -, las tres ya no podíamos más y este sujeto todavía tenía energía.
- ¿Sabes? No te creo, creo que inventas esto para hacerme enojar de que no me cojió.
- Es la primera y única vez que me he besado con una mujer –afirmó Paola -, bueno a dos. Creo que no lo volvería a hacer. Así que ni se te ocurra intentarlo, ya sé que estas muy caliente y yo estoy bien buena, pero no va a pasar. Pero si quieres te puedo ayudar para que te lo cojas y así te quitas la espina, está bien las espinas.
- Sino quiso hoy, no será nunca.
- Nunca digas de esa agua no he de beber.

Alonso volvió a besar a su mujer. Loreta, lo abrazó con fuerza hacia ella. Con voz entrecortada logró pronunciar: “hazme tuya”. Él no se hizo del rogar, retiró con delicadeza sus dedos, mientras la besó con pasión, mordió con delicadeza el cuello de ella, se adentró lentamente, las sabanas de la cama estaban bañadas en sudor, las uñas se clavaron en la espalda de su amado, quien envistió con un poco de violencia, ella gritó, le encantó, lo rasguñó pidiendo mudamente más, Alonso complació la petición de las garras de Loreta. Él la cargó, la llevó a la pared, no dejaba de bailar dentro de ella. Él la amaba sobre todas las cosas, le había perdonado muchas cosas, nunca se las reclamó, de hecho ella nunca se las dijo, pero él lo sabía. La recostó en el piso, gemidos de placer provenientes de la boca de ella que hicieron que Alonso aumentara la velocidad y fuerza. Ambos estallaron en un frenesí de amor. Pasaron un par de horas, Loreta se quedó dormida, Alonso por su parte se puso a trabajar en su computadora, le gustaba abrir el “Messenger” para que le acompañara alguien mientras se ocupaba de sus obligaciones laborales. Abrió el programa de música, pulso el icono de tocar, aleatoriamente comenzó a sonar la canción “Somebody told me” de The Killers, no era uno de sus grupos favoritos, pero comenzó a escucharlos gracias a Loreta. Mientras Alonso trabajaba, se conectó, Consuelo, la primera mujer a la que realmente amó. La chispa seguía encendida, ella se había ido a vivir a Ensenada, allá en la lejana Baja California Sur, a estudiar biología marina, ahí conoció a Francisco, que era diez años mayor que ella. Alonso y consuelo intercambiaron escritos instantáneos. Él le propuso que se vieran para comer los tres, Loreta, Consuelo y él.
Alonso terminó de trabajar, se recostó al lado de Loreta, abrazó el cuerpo desnudo, la besó en la frente, para no despertarla. El amor que sentía por Consuelo todavía pesaba, y los encuentros casuales con ella, antes de conocer a Loreta, seguían tatuados invisiblemente en su piel, algo con lo que viviría por el resto de su vida. Era cierto que estaba muy feliz, pleno y enamorado de Loreta, pero las cenizas de aquella fogata veraniega entre Consuelo y él, siempre estarían ahí, guardadas en aquel bosque de los amores perdidos, aquel siniestro lugar del que muy pocos regresan, muy pocos de ellos sobreviven ese regreso, y otros tienen que regresar al bosque derrotados, tristes, agonizando y pidiendo un poco de caridad de amor.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

AVISO.

Señoras y señores, a partir de este 30 de septiembre y todos los días 30 de mes, publicaré mi novela erótica, en este esapacio, será una novela por entregas. Así que no dejen de leerme.
OS QUIERO CABRONES!

sábado, 21 de marzo de 2009

CONCUPISCENCIA

- Cualquiera pensaría que soy una fácil, una zorra, pero esta es mi forma de vivir. Me siento sola, pero no es mi culpa. Lo bueno es que por fin se acerca un micro. Necesito la esencia masculina, sentir la testosterona, oler las lociones baratas combinadas con el sudor, agotamiento y sueños rotos. ¡Huelen a vida tratando en esfuerzo vano de sobrevivir! Desafortunadamente me hacen falta cada día. Son lo único que me ata a esta vida.
Sobre el eje, Loreta hace señas al surrealista transporte público, esa máquina de tortura medieval. Como de costumbre, un frenón en seco violentamente sacude a los pasajeros. La golosa mirada del chofer escanea a Loreta y su entallada ropa, cercana a los cuarenta años, con sus piernas largas y torneadas, un busto que aún no pierde la guerra contra la gravedad, cintura breve a pesar del caos del tiempo. Los pasajeros dejan pasar a Loreta hasta la parte media del vehículo, ella se siente cobijada por esa promiscuidad pasajera. Excelsa muestra común de la concupiscencia disimulada, juega con el deseo, el rechazo y la soledad.
Sus odios son invadidos por la extravagante voz de Kanny García mientras, es estrujada por el vaivén de los pasajeros.

Llevo días leyendo tus cartas
preguntándome por qué me enamoré de ti.
Pues yo misma me decía: “no lo pierdas”,
sin pensar que nada valía la pena.
¿Por qué fue que pensé en ti cuando no eras para mí?
Pero todo se contestó en una conversación
quiero darte la explicación.


El ritmo de la canción y la letra penetra fuertemente en su mente. Lo siente entre sus piernas, el roce de la dureza masculina frotada contra su cuerpo. Sus senos apretados contra la espalda de un joven que apenas alcanza los veinte años. Quiere abrazarlo, sentir su virilidad, la firmeza de sus músculos, besarlo y morderlo hasta hacerle sangrar. El olor aún limpio de la juventud, la excita aún más. En un movimiento brusco del microbús, ella recarga su rostro en la ropa de él.
- Ay chavo, perdón. ¿Te manché la camisa? –. Exclama con expresión de sorprendida y sonrisa disimulada. El muchacho que no se dio cuenta del ataque femenino, niega con la cabeza y voltea indiferente.


Que fui a una tienda que lo que he comprado
me sirve mejor que el estar a tú lado;
que dos baterías me han funcionado
mejor que tus besos y que tus abrazos,
ya no diré yo mas nunca te extraño
pues no me hacen falta ya mas tus engaños
para dar migajas y hacerme más daño
mejor soy feliz
”.

Loreta toma conciencia de que un hombre a su derecha, repega su muslo contra el suyo. Le agrada la firmeza y la fuerza viril contenida. Se gira, el vaivén de la máquina, que pasa sobre baches e irregularidades de la calle, le hace sentir un cosquilleo intenso. Se imagina desnuda, sentada sobre el torso velludo y fuerte de aquel hombre. La excitación aumenta. Lleva apenas unas cuadras de su camino, y ya siente el anuncio de un orgasmo. Un grito: “Bajan”. El amarre de las llantas y el desacomodo de los pasajeros interrumpen su esperado placer.
- ¡Vete a tentar a tu puta madre! –. Grita la joven que solicito la parada. Loreta se apresura a tomar el lugar de aquella chica, no quiere perderse el cobijo de los cuerpos masculinos, y menos cuando estuvo tan cerca, tan pero tan cerca.
Rodeada, apretada entre los desconocidos, los amantes anónimos capaces de dar la satisfacción que desea, a pesar de la inconsciencia de la mediocre excitación, el sentir un cuerpo femenino recargado y frotado contra ellos.

Con mi amigo en el baño“.

- No sabes nada amiga – con un soliloquio se dice a sus adentros, como si la misma Kanny le escuchase -, un amigo en el baño no es suficiente, cuando puedes tener muchos en el micro.

Unas le dicen consolador,
otros le llaman amigo.
Solo sé que con él llego
a donde yo fingí contigo
”.

Se acomoda. Procura quedar pegada al hombre de torso velludo, recarga su espalda y sus nalgas contra el joven. Así los une. Sabe que no tardara en sentir más su humedad en el pubis y en la entre pierna. Aprieta sus muslos con fuerza para disimular el temblor. Los pezones erguidos escondidos tras su ropa. Pero el tono carmín exaltado del rostro no hay como ocultarlo. Sólo la seriedad y la dureza en la mirada, le ayudan para que los otros pasajeros, lo confundan con coraje, pena e indignación por los frotamientos de los cuerpos masculinos.

Si antes me hubiese enterado
de este tesoro existente,
no me hubiese interesado
tu amigo el impotente
”.

-Así no hablo con ellos, ni estoy obligada a soportar sus mentiras, juegos de coqueteos fáciles y sin imaginación, aburridos, faltos de originalidad –con enojo naciente se dice así misma -. Simples y llanos, todos son igual de estúpidos. Malos amantes y peores compañeros. Egoístas y vacunos, ególatras, sin sustento, inseguros hasta el infantilismo. Esta es mi solución. Puedo tenerlos a todos, los que yo quiera; escapar a su compañía para gozarlos a mi placer, sin emociones ni juegos amorosos condenados al desgaste y al aburrimiento. Al hartazgo mutuo. A la amargura del desengaño.
Loreta llega al edifico de la colonia Del Valle en donde habita. En el espacio del estacionamiento permanece su pequeño Beattle del año. Apenas si lo usa. Prefiere los viajes con sus amantes, con sus aventuras orgásmicas. Entra a la soledad del pequeño y femenino departamento. Mientras se dirige a la recámara, se arranca del cuerpo una a una las prendas. No prende la luz. Desnuda se deja caer sobre la cama. Se abraza a sí misma. Se acaricia aún húmeda. Solloza con triste y humillante soledad. Lo recuerda con desprecio, entre lágrimas voltea a ver la fotografía.
- Me cambiaste por esa pinche escuincla. Pero no me importa tengo más amantes, diferentes e incansables, fieles a su ignorancia. Son hombres, saben serlo, aunque seguro con sus parejas son igual de estúpidos que tú. Tienen asegurado su boleto a la impotencia. Como sucede contigo.

sábado, 14 de marzo de 2009

PASIÓN POR LOUDERS

El silencio de la noche se apreciaba en el campo, la hermana Luna brillaba, su luz quitaba las sombras que amenazaban los senderos, que llevan a los lugares más asombrosos, donde sólo guerreros valientes han podido regresar.
Y en medio de la nada desde las colinas se podía observar aquella pequeña luz amarilla. Se encontraba entre los campos de trigales, en esa época del año estaban vacíos. El aire tan frío provoca que las espadas de los caballeros queden atascadas en sus vainas, lástima que el aire fuera así de crudo, porque la atmósfera era perfecta, la calma, los grillos cantaban alegres y la luz lunar… El resoplar de mi caballo terminó con la magia que se apreciaba.
La paz que busqué durante aquellos días pasados la iba a encontraba allí, estaba harto de ver al fuego consumir los árboles y las huestes enemigas, el sonido que producían las flechas que cortan el aire seguido por un grito de dolor y agonía. El olor del lodo mezclado con la sangre, esa horrible hediondez que estaba presente en todos lados. Pero eso ya estaba en el pasado porque eso ya era parte del pasado, porque ya estaba en casa.
Presioné con mis piernas a Melyenenefth, él empezó a trotar rápido, el “clip-clap clop” sonó armonioso mientras más cerca me encontraba de mi destino, podía oler con claridad el humo hogareño que salía de mi chimenea. Jalé las riendas de mi corcel y frenó, bajé de aquel pedazo de carbón que tenía el galope más rápido de todo el reino. Corrí hasta mi morada, cuando llegué al pórtico me asomé por una de las ventanas y allí estaba ella. Su cara, me pareció ver un ángel, su expresión en un principio me demostró inseguridad y desesperación, sus ojos negros y brillantes me mostraron miedo y tristeza por la que habían pasado en estos meses que defendí el reino. Después de mirarme su expresión cambió, la incertidumbre se volvió seguridad, el miedo se transformó en felicidad, la calma llegó, lo supe al ver como descendían las lágrimas por su rostro. Ambos corrimos a la puerta tomamos al mismo tiempo la manija, la giramos. Yo sentí en ese momento, como nuestras mentes estaban unidas, al igual que cuando éramos prometidos. Al abrir la puerta ella apareció detrás del marco, con su camisón blanco que no me dejaba ver la perfecta figura de mi amada Lourdes. Lo poco que podíamos ver era su cara, su hermoso cuello de cisne, sus pequeñas manos marcadas por el trabajo en el campo, los pequeños trozos de seda con los que caminaba. La tomé entre mis brazos, sus rosados labios se unieron a los míos. Después de aquellos meses que pase lejos de ella, no olvidé aquel sabor proveniente de su boca.
Mis manos comenzaron a acariciar su espalda, mi mano izquierda subió hasta llegar a su cuello, su cabellera dorada le llegaba a la mitad de la espalda. Sus manos bajaron lentamente desde mis hombros hasta llegar a mis nalgas. Con mi lengua acaricie sus perlas blancas y su suave pétalo de rosa roja, con sabor a dulce néctar. La cargué. Era como una pluma ligera, suave y graciosa. Ella me abrazó por el cuello. Llegamos a la habitación, la recosté en la cama, comencé a besar su cuello, exquisito, ella me envolvía con sus brazos cada vez más fuerte y apasionada. Jugué con sus pies, los acaricié, masajeé y besé. Lourdes rió, mis manos comenzaron a subir por sus piernas, la punta de mis dedos se deslizaron en su fina piel. Mis manos avanzaban como tigres al cazar a su presa, sigilosas, mientras sienten el movimiento a su alrededor, esperando el momento justo para atacar. Su abdomen se contrajo. Le quité el camisón la sostuve con ambas manos por su cintura estrecha; el abdomen delgado, firme, suave. Su ombligo sobresalía comencé a besarlo, le mordí ligeramente alrededor, de su boca salieron pequeños gemidos placenteros al oído. Miré sus senos, amplios, erguidos, delicados, llenos de vida. Los besé. Sus pezones aumentaban poco a poco cada vez que mis manos y mi boca jugaban con su pecho. La abracé. La miré directo a sus perlas negras, la pasión, el amor, la felicidad se unían en ahí adentro; de su boca broto una sonrisa seductora, cerramos los ojos, nos fundimos en un beso tan cálido y profundo. La hice mía, su respiración aumentaba y se aceleraba al igual que sus latidos, enterró sus uñas en mi espalda, la pasión aumentó, se sentía en cada beso, caricia, rasguño y pausas en su respiración. Cuando nuestros cuerpos se fusionaron, la tome de las muñecas con mi mano izquierda, por encima de su cabeza. Con mi mano derecha la abracé. Besé sus dulces labios, su hermoso cuello, sus firmes senos.
El tiempo no avanzó, se detuvo, una sensación mágica, parecía que nuestros cuerpos eran uno desde el principio de los tiempos. La respiración, las pulsaciones, el ritmo, los sentidos parecían ser una sola entidad. Comenzó a producir ligeros suspiros, sus pupilas se dilataban, la respiración era más profunda, su corazón nunca se había acelerado tanto en toda su vida, bueno el mío tampoco. Los gemidos eran más fuertes y largos. La pasión se desbordó, nos fundimos en un cálido amor… la calma llegó, me besó, la abracé. Ella me dijo: “Te amo”. Me besó. Al poco tiempo salimos abrazados al pórtico a contemplar las estrellas. Durante toda la noche.

martes, 10 de marzo de 2009

DETENGAN EL METRO

Barranca del muerto – Mixcoac.
- Estoy en el maldito metro, rodeado de nacos apestosos. Por culpa de papi que no me presta el coche. No lo puedo comprender, mi abuelo le prestaba el coche a él cuando tenía mi edad- pensó Miguel -. Por si fuera poco no me dio dinero para viajar en taxi, para colmo mi mamá lo apoya.

La alarma sonó, las puertas se cerraron, un joven con pinta gay le entregó una hoja:

Señor(a) usuario(a):
Disculpe las molestias que les causemos, nosotros padecemos del virus VIH, y como sabe el tratamiento es demasiado caro, nosotros somos personas de escasos recursos. Si pudiera ayudarnos con alguna moneda. Se lo agradecemos de ante mano.

-¡Como no va atener SIDA! Sé es gay – expresó para sus adentros Miguel, su mirada no dejaba observar a ese muchacho -. ¡Pinches sodomitas!
El metro arribó a la siguiente estación. El joven gay salió del vagón, por esa misma puerta entró una adolescente hermosa.

Mixcoac – San Antonio.
Miguel se percató de que los asientos estaban ocupados. Por lo que decidió dejarle su lugar a esa muchacha. Él la veía sin discreción.
– Me encanta que se vistan así, con faldita escolar y top – pensó Miguel -. Su cara es muy tierna, sus ojos azules son hermosos, ese arete en el ombligo es excitante. Sus senos… son perfectos ni grandes ni chicos, son del tamaño de mi mano. Sus piernas contorneadas me estremecen al verlos.
Aquella hermosa chica sacó de su mochila una revista, en la portada aparecía el nuevo Mercedes Benz deportivo, Miguel soñaba con ese pequeño carro desde que lo vio en aquella exhibición realizada en diciembre del año pasado.
- Esta mujer es perfecta, guapa, con un cuerpazo y le gustan los coches. Que más se puede pedir – Miguel siguió con su soliloquio mental -. Me voy a acercar a hablar con ella. Haber que consigo, pero… ¿Qué le digo?
Él observó de nuevo a la joven, sus ojos se quedaron clavados en la boca de ella. Los labios rosados de ella atrajeron aún más a Miguel. La vista de él recorrió poco a poco aquel cuerpo perfecto.
- Si esos labios fuesen míos no dejaría de besarlos y morderlos – pensó Miguel.
La hermosa lo volteó a ver. Él le sonrió nervioso al creer que ella descubrió lo que pensaba. El metro arribó a la siguiente estación.

San Antonio – San Pedro de los Pinos.
Miguel continuó con su observación, aquel escultural cuerpo hizo olvidar el enojo causado por sus padres. Ya no importaba no tener coche, ni el seguir rodeado de nacos, vendedores y olores extraños. La visión de Miguel se detuvo en las piernas de ella.
- Si fuera mía le acariciaría y besaría esos hermosos muslos. Mis labios recorrerían su entrepierna, luego escribiría el alfabeto en sus labios. Mientras me pide que no me detenga y presiona mi cabeza a ella – imaginó Miguel la escena -, mis manos acariciarían sus pechos, sus pezones tiernos serían una juguete extremadamente delicado. Después la haría mía.
La hermosa joven se levantó del asiento. Caminó hacia Miguel mientras contoneó con gracia sus caderas.
- Debiste preguntar mi nombre mínimo –dijo ella mientras le acarició el tórax. Ella salió del metro.
Miguel quiso seguirla pero fue muy tarde las puertas se cerraron de golpe en su cara. ¡DETENGAN EL METRO! Gritó a todo pulmón mientras golpeaba las puertas.

Este fue un cuento que escribí alrededor de unos 6 o 7 años, espro lo hayan disfrutado. Por cierto una disculpa por que saliera a penas ahorita y no el sábado, me equivoqué al programar la salida del post, por su atención gracias. y recuerden ¡OS QUIERO CABRONES!
P. D.: Esta versión fue cambiada un poco por efectos del blog, si quieren leer el cuento original, comuniquense conmigo. Gracias

sábado, 28 de febrero de 2009

LOS SENDEROS DEL CUERPO

Al parecer todo comenzó hace unos trescientos mil años, cuando el Homo Heidelbergensis cambió las prácticas de copulación montado detrás de la hembra por el coito frontal, trayendo consigo el mejor invento de la humanidad, la sexualidad. Los contactos frontales trajeron consigo un mayor estímulo emocional debido a que podían ver a su pareja y el contacto físico aumento; trayendo consigo otro gran invento, el BESO.

Así como nuestros antepasados, nosotros debemos evolucionar una vez más, coge tus maletas y realicemos uno de los viajes más excitantes, conoce r el cuerpo de nuestra mujer.

Las mujeres no generan su capacidad erótica solo en los genitales, su cuerpo entero es un órgano sexual que debemos explorar con tal de conocer las partes más sensibles. La experiencia erótica exige recorrer por los espacios corporales, indagar entre estos áreas nos lleva a conocer los puntos más sensibles. Todo esto no es un juego solamente, es una forma de comunicarnos, conocernos, amarnos. Porque la mujer necesita más tiempo para llegar al punto ideal de la excitación, de esta manera se disfrutara de una forma única, para ambas partes.

Normalmente se comienza con un relajamiento mutuo, con caricias, besos, mordiscos, palabras, masajes, etc., una caricia dice más que mil palabras. Las manos son importantes en nuestra vida amatoria, se deben convertir en un ente aparte, pues deben de rozar, acariciar, posarse y hurgar cada poro de nuestra amante. Deja a tus compañera libres y que hagan su trabajo. Nuestras manos se unen a las de ella, recorren lentamente el camino hasta llegar a la cara de ella, la toman cautelosamente y logran que esta cara este enfrente de la otra… un beso. Con ellas (las manos) nos comunicamos, aprendemos sobre la temperatura externa e interna de nuestra pareja, sobre sus texturas y reacciones. En este sentido sabemos que el cuerpo está atiborrado por terminaciones nerviosas, es por eso que en el recorrido identifiquemos y reconozcamos todas las zonas placenteras, para averiguar donde se genera la mayor excitación.

Como ya habíamos leído anteriormente el cuerpo femenino es un órgano sexual, y para manipularlo debidamente hay que tener en cuenta los siguientes puntos.

  • Mente: Háblale sucio, romántico, con humor. Una mente no seducida su cuerpo muchísimo menos. Así que trata a su mente como lo harás con su cuerpo.
  • Oreja: Con tus labios cerca de ella, susúrrale cosas dulces, dile todo lo que quieres, introduce tu lengua pausadamente, de vez en cuando muérdele los lóbulos.
  • Labios: No solo con tus labios puedes estimular los de ella, también puedes hacerlo con tu lengua, obviamente sin saturar la zona con saliva, muérdelos suavemente. Juega con la intensidad y duración de los besos (sí, ese gran invento del Homo Heidelbergensis).
  • Pies: No es porque el escritor de esta entrada sea un enfermo y sufra de podofilia, en fin, esta parte de la anatomía es súper sensible, pues una enorme concentración de terminaciones nerviosas se encuentran ahí, y además se encuentran conectadas con todo el cuerpo. Masajea los pies buscando el punto indicado sin hacer cosquillas, acompáñalo con besos y utiliza tu lengua.
  • Cuello: Definitivamente la zona que debemos acariciar, besar y morder. Podemos comenzar acariciando con la yema de los dedos, abrazarla y besarle el cuello, obviamente ayudándonos de la lengua; y si a ella le gusta, darle unas pequeñas mordidas.
  • Abdomen: extrañamente a muchas mujeres no les gusta enseñar su abdomen y otras que no deberían lo hacen, en fin. Acarícialo y bésalo, como diciendo que aceptas su cuerpo y a ella. Y utiliza los recursos de la entrada anterior (“La cerradura mágica”).
  • Hombros: Comienza con un pequeño masaje, haz a un lado los tirantes del sostén y comienza besarla, no dejes de utilizar la lengua, muerde con cuidado. Sigue tu camino hacia la espalda y quítale ese trozo de tela que impide que la desnudez de ambos sea una.
  • Espalda: Acaricia, besa muerde, dibuja con tu lengua su espina dorsal. Tómate tu tiempo, en hacer los recorridos.

Pues bueno muchachos estas son alguna de las tantas partes con las que debemos visitar cada vez que vayamos de viaje por los senderos del cuerpo.

Recuerden: ¡Os quiero cabrones!

domingo, 22 de febrero de 2009

LA CERRADURA MÁGICA

Si tienes la llave o eres un hábil cerrajero y sabes utilizar las ganzúas, podrás encontrar el tesoro. Hablamos de la cuarta cerradura de la mujer. El ombligo. Ese pequeño cráter sensual al que muchos no ponemos atención, pues muchas veces nos obsesionamos con otras partes del cuerpo femenino. Digo pocas partes del cuerpo son tan tiernas, dulces y sugerentes. Esta pequeña cerradura mágica puede ser crucial, porque hay una infinidad de personas que pueden alcanzar el clímax si sabemos como utilizar nuestras ganzúas o tenemos la llave.



Debemos recordar que es en nuestro nacimiento que el ombligo aparece en nuestro cuerpo, precisamente cuando el cordón umbilical es cortado, y la pequeña tripita que nos cuelga cae después de unas semanas. Es por esta razón que nunca deja de ser una gran fuente comunicación y de sensaciones. En algunos pueblos indígenas mexicanos creían que al untar miel o algo dulce en el obligo de las niñas se garantizaba que ellas al crecer serían dulces y encantadoras, así que no dudes en colocar un poco de miel a tu mujer, igual y esto es real.




En las mujeres es maravilloso poder estimular este pequeño punto anatómico, pues el polo superior uterino se encuentra exactamente en la cerradura mágica (ombligo), es por eso que cuando uno manipula, juega y come este delicioso lugar, brotan un sinfín de emociones para ambos. Pues en esos milímetros de carne esta abarrotada por millones de terminaciones nerviosas. Esto puede ser una experiencia única. Es importante saber, que si a ella no le gusta es mejor detenerse y buscar otras zonas. Pero si el caso es el contrario, es seguir nuestro instinto o los siguientes consejos.

  • Para empezar, acaricia al rededor y el interior del ombligo con las yemas de los dedos. Date tu tiempo, no hay necesidad de apresurar las caricias.
  • Sigamos con la cara, no hay nada que compare la estimulación con la cara. Caricias con la nariz, mordisquitos, besos (con la punta de la lengua se pueden hacer maravillas).
  • También utilizar hielos puede ser un arma muy buena, pero de hielos hablaremos en otro post.
  • Recuerda que no hay nada mejor que un ombligo que es utilizado como plato. Pon en él frutas pequeñas como fresas, uvas, etc., chocolates, dulces.
  • También se puede utilizar como un pequeño caballito tequilero, pues beber del Little hole es un deleite culinario único, así que pon un chorrito de Tequila, Ron, vino, Vodka, Whiskey, etc., cree que esto es maravilloso.
  • Pues como pudiste leer el ombligo es la octava maravilla natural, así que no dudes en visitarlo la próxima ves que estés de expedición anatómica.



Por cierto. ¡Os quiero CABRONES!